Sangrado por la boca

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SANGRADO POR LA BOCA

La boca es una encrucijada anatómica en la que confluyen la vía respiratoria alta, la baja, la orofaringe y la vía digestiva. Cuando un paciente sangra por la boca, el origen de la hemorragia puede ser  muy variado: de vía respiratoria alta (nariz, cávum), de orofaringe y cavidad oral, de la vía respiratoria baja (laringe, traquea o bronquios) o de vía digestiva (esófago, estómago). La actitud ante un paciente que acude a por sangrado oral dependerá inicialmente de la intensidad del sangrado y del estado en el que llegue el paciente.

En la mayoría de los casos se trata de cuadros menores que hacen que el paciente acuda a urgencias por lo aparatoso que resulta la sangre. No obstante merece la pena recordar que muchas hemorragias severas, se inician de una manera intermitente y leve.
Las causas más frecuentes de sangrado son las postquirúrgicas (tras adenoidectomía, amigdalectomía, extracciones dentales o cirugías nasales), tras un traumatismo (golpes o introducción de un cuerpo extraño), por infección y/o inflamación, por tumores, por enfermedades generales (hipertensión, coagulopatías) o espontáneas (epistaxis).

Endoscopios

Clínica de presentación

El signo guía es la presencia de sangrado por la boca. El origen del sangrado puede intuirse por la forma en que el paciente lo explica. En el caso de sangrados nasales anteriores (que sangran posteriormente), el paciente inspira bruscamente por la nariz y moviliza un coágulo que sale por boca; en caso de sangrados nasales posteriores, además, el paciente tose. El ver sangre cayendo por detrás de la campanilla es muy orientativo.
Ocasionalmente pueden producirse hemorragias en el contexto de unas anginas o por el traumatismo producido sobre la base de la lengua al roncar, siendo típica la emisión de sangre matutina que acompaña al típico “carraspeo”. En el caso de una hemorragia de la laringe, la sangre sale con la tos  y, además, puede presentar grados variables de disnea o disfonía. Con alguna frecuencia el paciente refiere como previamente a la tos, percibe el sabor de la sangre en la boca. Si la hemorragia es digestiva, el sangrado se presenta en forma de vómito. Cuando el origen es pulmonar, la sangre sale con la tos y se trata de sangre roja, no mezclada con saliva. La exploración laringoscópica, puede mostrar restos de sangre por debajo de las cuerdas, en tráquea, lo que es muy orientativo.
En ocasiones no vemos una hemorragia, siendo un vómito hemático lo primero que nos llame la atención. En otras ocasiones la hemorragia puede pasar desapercibida, debiendo sospecharse por los signos y síntomas derivados de su repercusión hemodinámica como la intranquilidad, ansiedad, palidez y los cambios en las constantes vitales: taquicardia e hipotensión.
Si la existencia de una posible coagulopatía no es conocida por el paciente o sus familiares, nos puede poner tras su pista una historia clínica cuidadosa, o la presencia de hematomas o hemorragias en otras localizaciones.

Sangrado por amigdalitis

Tratamiento

En este caso bastará identificar la causa y hacer el tratamiento específico.  Para ello necesitaremos una iluminación adecuada para explorar nariz, boca y garganta,  necesitando sólo ocasionalmente la realización de una exploración bajo anestesia general.
Las hemorragias postraumáticas con desgarros de la mucosa suelen ceder espontáneamente. Si la lengua está afectada y sangra, puede intentarse la compresión de la misma (lengua móvil), siendo raro que se necesite  suturarla.
Las hemorragias postextracción dentaria se tratan con presión local mediante unas gasas que el paciente presiona contra el alveolo (mordiendo).
Si la hemorragia oral proviene de una epistaxis se tratará la misma con compresión local (si es anterior) o con taponamiento nasal (si es más posterior); si el sangrado no cede, puede ser necesaria una revisión en quirófano para localizar y cauterizar el origen del sangrado.
Si la hemorragia sucede tras una adeno-amigdalectomía suele ser necesaria una anestesia general para la revisión de la herida quirúrgica, explorándola minuciosamente  hasta identificar y coagular o ligar los vasos responsables. En algunas circunstancias, basta con retirar el coágulo del lecho amigdalino y la observación.
Si la hemorragia se produce en un paciente con un trastorno de coagulación las medidas de contención mecánica deben ser lo menos agresivas posibles, ya que nuevas heridas producirán más sangrado y debe tratarse al paciente en función del déficit de coagulación que presente.